EL PABELLÓN CUATRO
- Si pudiera estar con ella,... Con ella... tan sólo un rato!
Se repetía insistente, allá en el número cuatro, donde esperaban con ansias, enfermos que eran nombrados.
Era día de visitas, allá, en aquel hospital, donde tratan la razón con fármacos que les dan.
Y a la hora señalada, entraban los familiares, y en un rincón de la sala, un enfermo en sus pesares; estaba solo, en sus cosas, como el que no espera a nadie, dibujando mariposas con su mirada en el aire.
Al verle, su madre fue y le abrazó, era su niño, y no paró de dar muestras de su amor y su cariño. Sus párpados sonrosados al igual que sus mejillas, eran la clara evidencia de su llanto y su desdicha. Su aspecto no era muy bueno: su cara, color cetrino, su aspecto malo, y delgado; estaba desconocido.
Su atuendo era: un batín de color azul marino, un pijama blanco y grueso y en sus pies unas pantuflas, de esas con pelo de abrigo.
Balbuceaba: un momento, sólo un momento contigo. Su pobre madre lloró, al verle en aquel martirio. Y así se sentó a su mesa
- Tranquilo, hijo.- le dijo, enjugándose la cara-.
- Madre, sácame de aquí;!; Hazlo por Dios te lo pido!
Se le notaba cansancio, y gemía en su castigo:
- Hola madre, usted qué tal?
- Yo estoy bien, también papá. Siento que no haya venido.
- Qué más da, madre, es igual!
- Mira que ha pasado tiempo, y yo te juro por Dios, que, aún, escucho su voz diciéndome: Juan, te quiero! Me dice: tú sé feliz, que aquí en el cielo te espero.
- Tú te crees que ella se fuera sabiendo lo que sentía y que todavía siento?
- Tranquilo, Juan, tú tranquilo. Pues ahora has de ser valiente.
- Tranquilo?! Cómo tranquilo? No ves quién soy? Un demente! -y las lágrimas brotaban de sus ojos cual torrente-.
- No llores, no puedo más! Me partes el corazón! Verás, todo va a pasar. Verás si tengo razón!
- Que no, madre! Sabe usted, que a quien yo quise querer, Él Señor se la llevó.
- Olvídate de eso, Juan! No crees tanto en el Señor? Pues ella estará con Él.
- Sí, madre, si así ha de ser, se lo pido en mi oración.
Y reponiéndose ambos, se dieron un nuevo abrazo, embargados de emoción. Y dijo la madre buena:
- Bueno, cambiemos de tema: Qué tal la medicación?
- Aún no sé si me hace algo, sólo sé que en la mañana me cansa y de nada valgo
- Tú, tómala, te irá bien.
- Qué sabrán estos loqueros? Qué sabrán del desamor,? Bah!
- Pues es lo mejor. Dicen que cura tu estado.
- Cura!, es cura, es cura... Oscura es la habitación donde estoy siempre encerrado.
- Mira, madre, que nos llaman! Que se acaba la visita y me llevan ya a mi cuarto. Sácame, anda, date prisa. Pero deja que te diga: Te quiero con toda el alma! Por favor, ven pronto, y llama. Sácame de esta letrina!
Y sonaron los cerrojos de entrada en el pabellón, de la la sala de visitas y un timbre a la par tocó.
Y después de despedirse con besos, juntas sus manos, acariciando sus dedos, llorando se separaron.Y Juan se fue repitiendo, al compás de un triste paso:
- Si pudiera estar con ella... Con ella... Tan sólo un rato!
Y sonaron los portones... Y los portones sonaron!
GaDe 25/10/2013
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