Ni Aurora Boreal, ni las perseidas,
ni otra constelación, ni luz variable
podrá dar más señal al universo
de Dios, de ti y de mí, que tú, mi madre.
Nublé mi juventud, qué oscuros años;
robé tu sueño y más, madre coraje;
ignoro mi existencia y desamparo
sin ti, de interventor, en el viaje.
Me fui, por no robarte más descanso,
sabiendo que pisaba cuerdas flojas
sin red, pero mi Dios cuidaba al tiempo
a un hijo que tuviste, por Su gloria.
Él fue quien escuchó cuando llorabas;
Él fue quien puso un ángel en mi vida;
Él fue quien te hizo fuerte y te probaba,
sabiendo que jamás le fallarías.
Permítete, mi niña, este homenaje
en vida, en verso, tuyo, y sin igual,
y pida a mi Jesús, si voy al Cielo,
Su pecho, y abrazar tu Eternidad.
GaDe 28/09/2021