Bien sé que el mar del mundo me seduce,
pues tengo condición de marinero;
y a veces, voy absorto en mi velero,
y envuelto en su resaca, él me conduce.
Ya dentro, el oleaje me reduce,
cual víctima a merced del traicionero;
¡oh mar! me haces buscarte y, embustero,
me das del oropel que en ti reluce.
Me llamas a adentrarme con reflejos
del sol en las escamas de sirenas,
y dejas mis sentidos tan perplejos...
que me haces imprudente y me enajenas,
al punto de no hallarme en los espejos
arrugas, junto al cauce de mis penas...;
y atado a tus cadenas
me hundo más y más hacia tu fondo;
y allí me estás llevando, a lo más hondo.
GaDe 4/8/2015 a los cuarentones
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